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Te invitamos a leer y compartir la columna de opinión escrita por el profesor Luis Hevia.

Estos últimos meses he podido asistir, imagino como muchos otros colegas, a distintos seminarios, charlas, foros y encuentros incluso internacionales que se ofrecen gratuitamente por expertos, sin movernos de nuestros escritorios y hogares, que es desde donde ahora reside geográficamente el quehacer académico. La gran mayoría de estos eventos están relacionados con la nueva praxis, producto de la pandemia y que en el caso de Chile comenzó a aplicarse desde el 18 de octubre.

Ahora se empieza a hablar de “nueva normalidad” que ya está ocurriendo en otras latitudes; aquí también lo señalaron las autoridades gubernamentales (anticipadamente según mi criterio). Creo que es mi deber como Consejero Académico reflexionar al respecto.

Pero no deseo referirme a la “nueva normalidad próxima”, esa que llegará en algunas semanas más, y que deberá enfrentar temas operativos no menores. Sino a lo que sucederá con los nuevos escenarios que se avecinan, al menos para las empresas y universidades. La gente ya se ha dado cuenta que muchas cosas se pueden hacer remotamente, y la transformación digital no es un sueño, quimera o un afán de jóvenes TIC.

Es una necesidad que el nuevo escenario ha creado: la robotización que reemplace personal, ya que se pueden enfermar, será una generalización, pero también se abrirá una nueva realidad a las universidades; obviamente no se eliminarán 100% las cátedras, pero habrán cambios radicales, no es factible pensar que después del retorno a clases seremos los mismos (profesores, estudiantes y funcionarios han empezado a valorar parte del enclaustramiento).

Se debería tratar de cosechar los logros actuales del cambio forzado, pero principalmente replantearnos nuestro modelo formativo, pues sino lo hacemos nosotros la competencia lo hará, incluso brutalmente desplazando a las instituciones que no lo entienden así. Los jóvenes, esa generación Z que nació con el celular, ellos son muy distintos, como ya lo percibíamos; la oportunidad les dio la razón, muchos cambios si eran posibles y el momento era ahora (no después como generalmente los adultos les decimos) existiendo además una enormidad de muchísimas soluciones, factibles si son priorizadas, que parten por rehacer los procesos desde un enfoque de “experiencias de usuarios” (por ejemplo, ¿lo estará incluyendo quienes aquí impulsan el Banner?)

En el mundo universitario que se nos viene, la localización geográfica es un detalle ante las posibilidades que abren las TIC. Nuestras universidades corren el riesgo de ser minimizadas ante la aparición de nuevos modelos promovidos, incluso desde otras latitudes, donde son altamente competentes, no solo en los servicios ofrecidos, sino también en nuevas formas de formación.

El desafío de ser una universidad líder en ingeniería, ciencias y tecnologías nos obliga a replantearnos profundamente y repensar la universidad. Lo que será necesario modificar, innovar o crear desde la perspectiva de la transformación organizacional que deberemos emprender, pero también reconociendo lo que debe continuar, lo tremendamente valioso que hemos construido y que es compatible con la nueva realidad que nos abre el cambio de época ya gatillado.